Me está dando pereza desde que comenzó esta lúgubre historia de la supuesta infidelidad de esa Reina de la tierra de Don Pelayo arrojarme sobre el teclado porque no se puede hacer sin citar a dos indecentes personajillos como son un picapleitos y un junta letras que tiene su clientela entre la llamada "alta sociedad" y los palurdos lectores que le siguen.
El abogadillo dice, el indecente de él, que ha contado al junta letras, que los ha publicado en un libro, los supuestos escarceos de cama con la asturianina porque de esa manera (sic), "cerraba un capítulo de su vida". Esa declaración con la que pretende justificar lo injustificable, no denota más que una cortina de humo con la que pretende ocultar los pingües beneficios que habrá sacado de esa indecente maniobra tras la que no me extrañaría se encontrara como urdidor a ese otro personaje siniestro (sin despreciar el papel que puede estar haciendo ese otro parásito que es la malencarada griega) en la historia del país cuyos objetivos en esta vida no han sido otros que el follar a triscapellejo a todo lo que con faldas se movía, participar en regatas de barcos de vela y robar a mansalva hasta lograr un fortuna de aquí te espero, Baldomero.
Y digo que la maniobra bien puede estar ideada por ese tipo porque nunca aceptó que su hijo se casara con una plebeya sin gota en su sangre roja de una molécula teñida con Azul Brasso y claro está, añadía a esa injuria el hecho de que le pusiera la maleta en la puerta donde tenía instalado uno de sus picaderos.
A ese personaje me voy a permitir darle un consejo- por supuesto no solicitado - que no es otro que puede seguir follando siempre que pueda, que lo dudo, porque dicen los alemanes que el hombre nace a la vida con 5.000 cartuchos en su canana y me luce que ese tipo ya los lleva gastados hace tiempo, así que una vez deje de follar que también deje de joder a sus compatriotas a los que tanto dice querer. Y a los otros dos citados en primer lugar, que les den y si es mucho, mejor, porque eso y el desprecio es lo que ambos se merecen, por mal nacidos y parraplas.
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