viernes, 23 de agosto de 2024

LA FORMACIÓN DUAL (2)

 Al recibir un botijo de 5 litros como primera arma de trabajo que había que llenarlo un mínimo de 3 veces al día en una fuente de agua potable situada fuera del edificio donde estaban alojadas las oficinas en un tercer piso sin ascensor, me di cuenta del valor del agua hasta el punto de que creo que fui un avanzado de la idea que hoy impera en el mundo y que no es otra que "el mayor reto de la humanidad y de todos los seres vivos de la Tierra es la seguridad hídrica. Sin agua potable, simplemente no existirá ningún tipo de vida". 

Así que fiel a esa idea empecé a idear sistemas para ahorrarme viajes a la fuente y puedo afirmar con la mano en el pecho que no era una actitud movida por la comodidad, no, sino por la razón antes apuntada. La primera que se me ocurrió es que el agua que me pedían los jefazos a los que ir hasta el botijo comunitario les parecía una ordinariez, era llenarles el vaso que me daban con agua sanitaria de los lavabos procedente del depósito del tejado en que se posaban las gaviotas y en la que proliferaban peces. El más asiduo cliente lo tenía en la persona del Ingeniero Jefe de la división de transformadores estáticos eléctricos, don José Luis Antepara (1) Cruz que por cierto me mandaba de vez en cuando a la taquilla del Athletic en Bilbao para sacarle entradas para San Mamés, (cuestión que vista con la óptica de hoy sería un claro caso de abuso de poder) y la verdad es que generoso si que era, porque solía decirme "Rafa, tómate un blanco - en un bar que había en la calle Elcano entre la plaza Moyua (hoy Elíptica) y Colón de Larreategui - y diles que lo carguen en mi cuenta". Tengo que añadir a este hecho que para cumplimentar mi venganza ante tal afrenta, cada vez que me mandaba a comprar fruta a la entrada de la fábrica donde se colocaban unos vendedores ambulantes, una buena parte de la misma me la zampaba en el camino de vuelta a su despacho.

Pero, quizá por ser Ingeniero Industrial (al que por cierto le pillé en su despacho jugando a bailar chinchetas sobre su regia mesa en varias ocasiones) era un hombre de gran perspicacia hasta el punto que en más de una ocasión llegó a dudar del origen del agua que me que llevaba a actuar ante él como un consumado actor.

Pero todavía tenía más medios para ahorrar a la madre natu ese líquido preciso, del que por cierto no es la primera vez que leo en sesudas publicaciones que su posesión puede dar lugar a importantes guerras, pero como tampoco quiero abusar de su paciencia en una próxima publicación les iré contando más cosas a las que se veía obligado un pinche para sobrevivir a la vez que defender mis derechos (pocos, pero derechos) de aquella jungla de adultos, así que hasta "la prochaine fois, mes amis". Salud. Cambio y corto.

 

(1). Como nota curiosa hasta muchos años después - justo hasta que me empezó a interesar la minería y las ferrerías -pensaba que Antepara era un apellido castellano y mira por donde averigüe que es un canal, con nombre en euskera, que alimenta las turbinas desde la presa alimentada por un río y a "més a més" (que dicen los catalanes e incluso el feo de Josemari Aznar) resulta que existe un barrio de Otxandio que se llama también Antepara.

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