"Los tiempos cambian que es una barbaridad", decía un personaje de la zarzuela "La verbena de la paloma". Pues si, ya lo creo y eso lo observamos con mayor intensidad en el corto espacio de nuestras vidas porque nos afecta directamente. De lo que supuso el invento de la rueda o de la cama nadie se acuerda ya, nos limitamos a utilizar sus efectos como si hubieran existido desde el origen del universo y no. En aquel entonces también los contemporáneos que coincidieron con esas novedades pudieron decir eso de "cómo cambian los tiempos" de modo que una vez más, nada nuevo bajo el Sol.
Esa entradilla viene a cuento porque el paso del tiempo acaba con muchas cosas y lanza al éxito a otras en una especie de serie de acontecimientos sin fin y curiosamente o quizá no tanto, suele ocurrir que muchos de esos lanzamientos encuentran su fin en su propio éxito. Vamos, que se cuecen en su propia salsa.
Bueno, vale ya. "A nuestros corderos" que dicen los gabachos. Son ya unos 40 años que con cuadrillas de amigos en ocasiones y en otras familiares, solemos ir en verano a Suances en Cantabria a pasar el día por la zona aunque el plato fuerte de la excursión era comer - en un "chigre" llamado "La taberna de Sidro", - el rodaballo a la plancha como plato fuerte que era de una calidad que no parecía de este mundo.
Y así, en ese nivel de "chigre", permaneció hasta hace relativamente poco tiempo....pero comenzó su expansión sobre suelo público con un local techado, expansión que a buen seguro le costaría a su dueño varias y potentes mariscadas para los concesionarios de la cosa y a partir de ahí "cuesta abajo fue la rodada" que dice el tango argentino. El encanto del lugar ha ido decreciendo por la fuerte afluencia de público de tal suerte - mala - que el "chigre" ya no es lo que era y es que a lo dicho, "los tiempos cambian que es una barbaridad" y en su evolución muchas cosas que queríamos acaban muriendo y en esta ocasión, para el propietario Sidro, de éxito.
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