sábado, 31 de agosto de 2024

FORMACIÓN DUAL (3)

 Pues siguiendo con el tema de mi particular guerra contra los botijos que aliviaban la infinita sed de los delineantes de la sección de transformadores estáticos de la inolvidable General Eléctrica Española, cuna de mi inicio como técnico, lo reinicio dedicando la entrada de la misma a un compañero de fatigas, pinche como yo y colega también de estudios en la Escuela de Peritos de Bilbao. Era de Somorrostro, ahora Muskiz, y se llamaba Perdi Eizaguirre y lo saco a colación porque le inicié en el noble arte de romper botijos en defensa propia. Me costó lo suyo porque el primer botijo que se le rompió le costó una llorera de padre y muy señor mio. Y claro, con esa mentalidad no fue fácil convencerle que romperlos era un acto de justicia divina tal era la humillación que acarrearlos suponía. Pero bueno, le inicié bien ya que imitaba mis métodos con fidelidad absoluta. Cuando me aprestaba a cargarme un botijo llamaba primero al almacén de efectos generales y con voz desfigurada preguntaba al responsable del mismo, Sr. Urquía si tenía existencia de los mismos. Si la respuesta era negativa procedía a cargarme el susodicho artilugio. Acto seguido me presentaba ante mi jefe Sr. Ismael de la Piedad Martínez con el - lo que son las cosas, coincidí ya de adulto en Castro donde tenía un piso - con cara de compungido para pedirle una vale para traer uno nuevo y como quiera que el citado almacén estaba en "ca Dieu", pues me pasaba una mañana plácida de aquí para allá, volviendo sin el dichoso aparato. Ahí empezaba una especie de batalla de las Termópilas con mis "clientes" que exigían les trajera agua en botellas a lo que alegando a los derechos inalienables de los pinches me negaba en redondo. 

A veces la presión de las masas era tan fuerte que no había más remedio que reparar con medios de fortuna el recipiente, lo que el algún momento dio lugar a situaciones chuscas como cuando coloqué entre el pitorro de alimentación del bicho y el pequeño de salida del líquido elemento una cuerda que hacía las veces de asa porque el espacio entre ambos pitorros no existía por haberse roto.

Pues esa situación chusca a la que me quiero referirme es que en una ocasión el sub director de la fábrica - recuerden que tenía una plantilla de 3.500 currelas - Don (porque ese hombre merecía ese trato por su bonhomía y porque me alimentó sin él saberlo de cigarrillos rubios marca Bisonte que se los sustraía cuando abandonaba su despacho para bajar a la fábrica) José Hernández, Ingeniero por la Universidad de Lovaina en Bélgica, se lanzó brioso a tomar un trago de agua parle le dejó el traje hecho unos zorros. Era tal su caballerosidad que se limitó a mirarme sin que saliera por su boca un solo reproche. A lo dicho, todo un señor. Muchos años después lo encontré en la peluquería de el Mudo en la calle Correría de Castro donde intenté entrar en conversación con él pero no fue posible porque al hombre la expresión General Eléctrica Española no le decía nada. Había perdido la cabeza lo que claro está, me apenó mucho.


 


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