martes, 22 de abril de 2014

CUENTO ORIENTAL

 Érase una vez en un país no muy lejano en el que el Sultán mandó a sus emires que protegieran los intereses de los que proveían al sistema de pingües pitanzas. Los emires delegaron tal función en un funcionario fiel.... pero, un traidor desveló la trama ante el caid del sultanato que hizo cumplir la ley escrita condenando a mazmorras al funcionario. Pero este, lejos de confesar que no era sino un mandado, arrostró el castigo con singular discreción y prudencia entendiendo que finalmente la fidelidad a sus jefes sería recompensada de tal forma que el marrón que se iba a comer, se iría convirtiendo rápidamente a partir de la dura condena, en un desvaído beige. Y así fue en efecto, hasta tal punto fueron precisas sus previsiones, que el condenado fue repuesto en su antigua función desde la que tan importantes servicios prestó a sus superiores y es que Alá apoya a los malos cuando son más que los buenos. 
  Y colorín colorado...este cuento se ha acabado, pero no sin antes  añadir, que un silencio bien administrado, como el caso que nos ocupa, tiene su recompensa en este  mundo terrenal e incluso puede ser redondeado con la entrada en el jardín del Edén poblado de bellas huríes. Encima.

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