La presión creciente a la que los humanos estamos sometiendo al planeta
Tierra se está haciendo sentir de manera palpable en ese fenómeno que hemos
bautizado como "cambio climático" que se manifiesta de forma inequívoca en los
aumentos generalizados de las temperaturas ambientes, de los mares, desaparición
de glaciares, desertización de extensas zonas, inestabilidad en el clima, subidas del nivel de las aguas de los océanos y un
largo etcétera. El origen del problema se encuentra en la producción de gases
procedentes de la utilización de los combustibles fósiles (cada vez más barcos,
más aviones, más coches, más camiones, más fabricas y más población humana, siendo la suma de todos ellos los que son los que los
producen). Estos gases que se van a la atmósfera atrapan la energía procedente
del Sol y se suman, como extras a las que produce la energía que nos envía el
Sol directamente y el resultado de la suma de ambas es en definitiva el que
aumenta la temperatura ambiente de la Tierra y a partir de ahí es de donde se
producen los efectos citados. Estas evidencias son tan palpables que solo los
lerdos las niegan y a buen seguro que son los mismos que defienden con ardor que
la Tierra es plana con el añadido de que manifiestan como un argumento más que
una conspiración mundial silencia tal cuestión. Y de la misma manera que el agua
de todos los ríos que en el mundo existen acaba en los mares, estos sujetos
acaban siendo o simpatizantes o miembros activos de movimientos o de partidos
políticos cuyos nombres no cito no sea que mi ordenador se bloquee. Esta
entradilla me ha servido para poner el toro en suerte, que dicen los taurófilos,
en el sentido de que me ha hecho recordar los veranos cantábricos de hace unos
cuantos años. Recuerdo uno de ellos que un 15 de agosto, que me pilló en Donosti
viendo una regata de traineras, fue el único día de ese mes en que lució el Sol
en todo su esplendor. Tiempos en que se ponía a llover en esa época y aquellos
impermeables amarillos que creo recordar que los giputxis les llamaban "xiras"
se acababan en Castro y había que empezar a recorrer pueblos de alrededor para
encontrar alguno. Lo que quiero decir para rematar estas ideas es que efectivamente las cosas - esas y otras - no son ya lo que eran.
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