La industria del automóvil trajo a España, con la llegada de Ford, otra forma de entender las relaciones entre el cliente y el proveedor. Hasta entonces los clientes repartían en riesgo del suministro entre generalmente tres proveedores. La industria del automóvil prefirió concentrar el riesgo en un solo proveedor para cada referencia y además si la cifra de negocio era lo suficientemente fuerte, lo quería físicamente a su lado.
Te dejaban ganar un poco de dinero, pero aunque pagaban tarde, pagaban de manera segura. En la industria del automóvil, por lo menos en España, no se han dado sobresaltos que hayan llevado al proveedor así entregado a una difícil situación, pero no todas las industrias que se subieron al carro de ese sistema tenían la misma solidez financiera que las del sector citado y si bien el poner todos los huevos en la misma cesta daba una gran tranquilidad al proveedor, esa tranquilidad solo se veía alterada en el momento en que su cliente, su único cliente, hacía aguas. Y si ese cliente tenía docenas de proveedores con ese régimen y se hundía, los proveedores eran acompañantes involuntarios del naufragio. Otra forma de llamar a esta situación es el llamado efecto dominó, término que últimamente suena con fuerza.
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