Pese a la escandalosa cifra que supone ese fenómeno que está constituyéndose en habitual paisaje, es más preocupante aun si cabe el desarme moral que está suponiendo en la ciudadanía el hecho de que muchos de los casos detectados salen casi inmaculados tras su paso por los tribunales, lo que sin duda potencia la aparición de nuevos episodios. El sistema está montado de manera maquiavélica ya que si bien existen sistemas de control para evitarlo, no son sino una fórmula para vestir el muñeco de un aspecto legal. Cuando el tema sale a la palestra, los políticos de turno hacen que se rasgan las vestiduras anunciando a bombo y platillo la adopción de fuertes medidas - la transparencia entre otras - para acabar con el problema, pero el tiempo que duran sus aparentes buenos deseos por aquello de que no se puede ser arte y parte, dura lo que la expresión jamás en sus bocas, es decir apenas 10 minutos. En definitiva hay que tener una fe en el ser humano que raye en lo infinito para pensar que este asunto tenga solución.
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