miércoles, 1 de agosto de 2018

LA IMPUNTUALIDAD




Alguien, con gran acierto, afirmó que la puntualidad es una 

virtud que le hace sentirse a uno muy solo. 

Afortunadamente la mayoría de las personas se van 

persuadiendo de que entre otras cosas la falta de 

puntualidad es una grosería que revela una 

pésima educación.                                                  

Siempre me he preguntado cuales podrían ser 

las razones para ser impuntuales y he ido acumulando una 

serie de ellas, por ejemplo, la ya citada sobre la falta de 

educación, que el que no es capaz de valorar su tiempo es 

incapaz de valorar el de los demás, que hay personas que 

entienden que de esa forma están demostrando que tenían 

cosas más importantes que hacer durante el tiempo que se 

demoran, que no saben calcular el tiempo 

necesario para llegar puntuales a una cita, que no acaban 

de asumir que el tiempo – el suyo y el de los demás- es el 

bien más preciado que tenemos, el de primero yo, luego 

nadie y después nada como manifestación sublime de puro 

narcisismo, el marcar territorio cuando les toca jugar el 

papel de clientes apoyándose en la estúpida idea de que el 

cliente siempre tiene razón y seguro que habrá alguna más.

Por razones de trabajo e incluso de ocio es frecuentado 

muchas de las Autonomías de España (me niego a utilizar el 

término Estado Español, primero porque fue acuñado por 

Franco y segundo porque me parece una cursilada) y entre 

ellas hay una cuyo nombre omitiré por no levantar ampollas 

entre amigos y colegas, en la que con un sentido dantesco 

de la puntualidad ocurren cosas tan chungas como estas. El

Presidente de esa Comunidad comienza media hora más 

tarde un acto político, toma la palabra y no tiene ni una de 

disculpa y/o justificación por el retardo en el comienzo. 

Puedes quedar para una reunión de trabajo con alguien y 

dos horas y media después de la hora fijada para el 

encuentro manifiesta que no puede llegar a la hora prevista, 

puede incluso no asistir sin que medie palabra o puede 

presentarse una hora después como quien lava. Lo curioso, 

o quizá no tanto, cuando le recriminas – suavemente porque 

es cliente - te mira como podrían hacerlo a un alienígena 

recién llegado al planeta Tierra.

Bernard Shaw, ocurrente dramaturgo y crítico irlandés, es 

autor de frases tan ingeniosas como demoledoras

a más no poder y como muestra una de ellas “es mejor 

nunca que tarde”, frase que como todas las suyas tiene un 

largo alcance.

Lástima que muchísimos habitantes de esa Comunidad no 

lleguen a alcanzar el alcance de esa densa cita. Por cortos.

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