sábado, 31 de octubre de 2020

EL SANTO JOB Y EL PAPEL


Hoy, que hace calor hasta en la cornisa cantábrica, permítanme refrescarles por lo menos la memoria. Job era un rico ganadero que se convirtió en un personaje bíblico a fuerza de llevar con auténtico estoicismo las duras pruebas a las que le sometió Satán, que tenía el permiso de Dios para realizarlas. Pretendía Satán que la veneración que Job profesaba a Dios era como consecuencia de las dádivas con las que este último le había regalado y que para demostrar que así era puso a prueba su fe a través de experiencias tan duras como la muerte de sus hijos, el repudio de su mujer, la muerte de todo su ganado, su ruina económica, etc. 

Job superó todas esas desgracias sin un mal gesto, demostrando así su fidelidad a Dios, lo que le llevó a los altares (supongo que ante la desesperación de Satán), quedando para la historia de la religión como el Santo Job, símbolo de la fe y de la paciencia, de tal suerte que la expresión "tienes más paciencia que Job" ha quedado así para los restos. Sin embargo ese alto nivel de paciencia no es nada comparado con la que tiene el sufrido papel del que se dice - con razón - que lo aguanta todo.

Los gobiernos todos, nacionales, autonómicos y locales, por lo menos los que me pillan de cerca o sea en España, ante el problema de salud causado por el corona virus han emitido (con escasa profundidad y tarde) negro sobre blanco papel, multitud de normas de obligado cumplimiento, pero...ay¡, una cosa es decretar algo y otra es que se cumpla, cuestión que pone a prueba la paciencia del papel en el que el decreto ha sido impreso. Esta disociación entre lo que se dicta y lo que finalmente se realiza me recuerda a la cuestión de las chimeneas ya que suele resultar mucho más fácil hacerlas que ponerlas en pie. 

En resumen comparar la paciencia de Job con el papel no dura un asalto. Vencedor por KO técnico el papel sin ningún género de duda.

Por poner un ejemplo tonto. El Gobierno Vasco decreta el cierre de los límites del país salvo para aquellas personas que demuestren de manera fehaciente que tienen motivos para hacerlo. Pues bien, llega el 30 de octubre, víspera de un puente de tres ojos y la autovía A-8 se llena de vehículos que se dirigen desde Bizkaia a la vecina Cantabria donde muchos vascos tienen fijada una segunda residencia. Colas de vehículos de hasta 7 km. que pueden estar ocupados por más de 3.000 de ellos en un momento dado, resultando que las  personas que los conducen tienen una coartada sólida para abandonar la provincia y así todo el día. La ertzaintza desbordada tiene que aligerar esa presión dando paso a un montón de vehículos sin que medie control alguno.

¿Qué está pasando?. Este ejemplo es solo uno de los que podría haber señalado, porque me he dejado en el teclado lo que está ocurriendo con : gimnasios, parques, bares, restaurantes, terrazas, botellones, playas, paseos, reuniones (hasta los ministros acuden a saraos como el que organizó J.J. Ramirez en Madrid), txokos, colegios, universidades, medios de transporte... sin que las autoridades, una vez (muchas) por falta de ganas y otras por falta de medios y afán de no perder posibles votos, hace que el papel en el que está impreso en sucesivos decretos no valga absolutamente para nada, salvo para descargo de la conciencia de los gobernantes que al decretar ya han echo la chimenea, su chimenea de descargo.

Y estas cosas- y más - ocurren por unas carencias preocupantes en materia de civismo en una buena parte de la ciudadanía. Entre negacionistas, antisistemas, indisciplinados per se, cortos de entendederas, egoístas e insolidarios a la voz de que "a mi no me manda nadie", componen una nutrida fauna que hará que el problema del coronavirus tenga una muy difícil solución.

Visto lo visto y expuesto lo expuesto ¿no coinciden conmigo en que Job  en el que se refiere a paciencia era, comparado con el papel un simple aficionado?-

 



 

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