sábado, 5 de marzo de 2022

EL ENCHUFISMO

De cada cuatro puestos de trabajo que se precisa cubrir en este país, tres no aparecen a la luz pública y se hacen a través de contactos o de recomendaciones. O sea es la dedocrácia la que marca la pauta en el mercado de trabajo, lo cual es nefasto a la hora de cubrir esas necesidades porque no las llenan los más capaces, sino los que mejores padrinos tienen. Nefasto porque el país tiene que resentirse - y de que manera  en muchos casos - de la escasa capacidad de los apadrinados. 

Esa costumbre habitual por regla general en los países de la cuenca mediterránea, entre los que, claro, España está incluida, es extensible a la administración pública, cargos políticos incluidos, lo cual agrava aún más la cuestión que se da en las empresas ya que con ese sistema - como los casos que continuamente se producen ponen de manifiesto - hacen que puedan regir los destinos del país, en las autonomías, en los ayuntamientos, en las diputaciones, en la sanidad, en la educación.... personas cuyo mayor mérito es el tener a alguien que las apadrine. Padrinos a los que por otra parte deben fidelidad absoluta si quieren seguir manteniendo esos puestos regalados que son, por supuesto, su modo de vida.

En los altos niveles su falta de capacidad queda bastante difuminada por aquello de que se rodean de consejeros más o menos hábiles, pero cuando uno los tiene cerca, como es en el caso de los ayuntamientos, se aprecia claramente - seamos justos, no en todos - faltas de capacidades manifiestas entre sus dirigentes y eso duele mucho más porque te atañe de manera muy directa. Se puede argumentar que estos cargos son votados por el pueblo - pero habría que argüir que no presentados por él - y ya se sabe que aquí se vota con el corazón a unas siglas, aunque te pongan por delante a un candidato al que para ser un marmolillo solo le falta un suspiro. O incluso ninguno.


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