domingo, 19 de junio de 2022

¿HAY MOTIVOS PARA EL OPTIMISMO?

La humanidad que consume - la otra bastante tiene con sobrevivir - cree, y digo cree porque la cosa es más cuestión de fe que de raciocinio, que los recursos de nuestro planeta son inagotables, infinitos y claro está nada más lejos de la realidad, y es por eso que actúa como si el mañana fuera algo impensable, inexistente. Existe para ella el aquí, el ahora y sobre el después, ni mentarlo, ya que tras esa postura late el primero yo, luego yo y tras de mi, el diluvio universal. El a mi, plín. 

Y esta postura irresponsable es la que - en general - promocionan y mantienen las fuerzas económicas y políticas que marcan el paso a la marcha del mundo.

Y los abanderados a futuro de esa forma de entender la cuestión son los actuales niños del primer mundo que son unos feroces consumistas. Esta base está cimentando lo que será un fracaso definitivo sin paliativos para la salud y por ende el futuro de nuestro planeta, cuyo origen hay que situarlo en la Revolución Industrial que comenzó en Gran Bretaña en la segunda parte del siglo XVIII.

Se defienden en una suerte de huida hacia adelante los que interesadamente niegan primero, por ejemplo que desde la citada Revolución el deterioro del clima se ha vuelto imparable y cuando los hechos vienen a demostrar lo contrario apelan a que la ciencia y su espectacular desarrollo resolverán el problema, olvidando que ese y no otro fue el argumento que emplearon acerca de que hacer con los residuos que generan los reactores nucleares de fisión. Pues ya llevamos, desde 1.942, fecha en la que se creó el primer reactor nuclear comercial, la friolera de 80 años, dilatado periodo de tiempo para el gradiente que se da en los avances de la ciencia y "que si quieres arroz, Catalina". 

 


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