lunes, 14 de septiembre de 2015

FUENTES DE ENERGÍA EN ESPAÑA





Se ha pasado en muy pocos años de un modelo en el que no se discutía la necesaria presencia de todo tipo de fuentes energéticas para poder garantizar un suministro a precios asequibles, a pensar en otro basado casi exclusivamente en fuentes limpias renovables, apoyadas por tecnologías de eficiencia, ahorro y gestión dinámica de la demanda. Los enormes progresos tecnológicos, junto a las economías de escala y aprendizaje, alcanzados en los últimos años, han permitido a las energías renovables competir en coste con las tecnologías convencionales. Esto, unido a valores como la conservación medioambiental o la soberanía energética convierten en un imperativo lógico la transformación del sector energético que se deben contenerlos Planes Energéticos Nacionales. Esto que parece debería ser tan evidente como la luz que nos ilumina, en España está lejos de convertirse en realidad.
Desde el año 1.978 se han puesto en marcha cinco PEN y en el año 2011 se aprobó un Plan de Energías Renovables es un compromiso del Gobierno por un mayor desarrollo de las energías renovables en España, con el convencimiento de que es un objetivo estratégico para nuestra sociedad, que va a aportar grandes beneficios a nuestro desarrollo. La introducción de energías renovables en nuestro sistema energético aumenta la seguridad de suministro, reduce nuestra dependencia energética, reduce nuestro déficit comercial, reduce nuestras emisiones de gases de efecto invernadero y, en general, el impacto ambiental del ciclo energético, impulsa la creación de empleo de calidad y estimula la creación de riqueza de nuestra economía. En todos esos planes, ha primado la ideología del gobierno de turno, ingnorándose los debates que podían dar lugar a estrategias energéticas racionales. Este desorden se ha hecho más patente a lo largo de este siglo, con millonarias inversiones de dudosa utilidad, costosas subvenciones, frecuentes y sorprendentes cambios de regulación y tarifas que se fijaban en el Consejo de Ministros y que son actualmente las terceras más caras de la UE. 
El ejemplo más claro de la mala  planificación energética es la desmesurada potencia instalada para la producción de electricidad. Al cierre de 2012 había 107.615 megavatios (MW) en todo el país, casi el doble de la existente en 2000 (55.563 MW) y, lo que es más incongruente, supone el doble de la potencia que se necesita ya que la demanda máxima registrada el año pasado fue de 43.527 MW. Incluso, el récord histórico, fijado en 2007, está en 45.450 MW.

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