Ahora,
cualquier niño puede repetir, aunque sea como un
loro, que el Sol es
el centro del sistema planetario entre los
cuales se encuentra la
Tierra, pero ese conocimiento ha
venido sobrevenido como
un escalón que sigue al anterior
como
sucede con las escaleras. Lo
que nuestros sentidos
perciben en primera instancia no ayudaron
a la humanidad a
dar en el clavo sobre este asunto ya que
efectivamente
vemos como al amanecer el Sol “sale” por el
horizonte, va
ganando altura y cae hasta perderse en el ocaso
vespertino.
En
definitiva, lo
que nuestros sentidos perciben es que el
Sol nos rodea en su
movimiento aparentemente envolvente
y no es fácil sustraerse a lo que vemos y así desde que
Pitágoras
intuyó en el siglo VI aC. y Aristarco de Samos 250
años aC. ya
empezó a desarrollar la idea tuvieron
que transcurrir
1.800
años antes de que el
monje polaco
COPÉRNICO
emitiera
su
teoría heliocéntrica en la que el
Sol ocupaba el centro del Sistema
Solar y
los planetas
describían círculos (la forma perfecta geométrica)
alrededor
del astro Rey.
La
mitad de ese
tiempo,
es
decir 900 años,
fue el llamado período
“de oscuridad”
COPERNICO
que
concibió su teoría alrededor de
1.520,la
presentó
mucho
más tarde
-1.530 aprox. - como
un simple ejercicio académico guardándola
en
un
cajón
y es que entonces, la Iglesia católica, guardiana de la
cultura
y poseedora de la
más cerrada ortodoxia,
mantenía que habiendo nacido Jesucristo,
el hijo de Dios
en laTierra, esta tenía que ser necesariamente no
ya el
centro del Sistema Solar, sino del Universo y el que así
no
lo creyera y manifestara, pues a la hoguera con
la
prohibición expresa de
no a refrescarse durante
el
proceso.
Para
Galileo, este polaco no fue sino un resucitador de la
hipótesis de
Aristarco, pero de todas formas su teoría
heliocéntrica ha quedado
con
su nombre
para los restos, no
obstante de que las órbitas de los planetas no
son circulares
– como luego demostró KEPLER
–
ni
supo dar una
explicación convincente al fenómeno del aparente
retroceso
de los planetas.
Este
personaje, KEPLER, astrónomo
y matemático alemán,
fue
en
1.609 quién dejó en claro con sus dos primeras leyes,
que los
planetas orbitan al Sol formado elipses (no
círculos)
uno de cuyos focos es precisamente nuestra estrella
llamada Sol
y dos, que los planetas en su discurrir por el
espacio barren áreas
iguales en tiempos iguales,
aumentando
su velocidad de desplazamiento al
acercarse al Sol y viceversa,
pero
al igual
que el polaco se
guardó muy bien de dar
a
su teoría mucho relieve. Por si
acaso.
Fijó
en Mercurio, el
planeta más próximo al Sol,
sus
observaciones donde la excentricidad
del
mismo es con
diferencia la mayor de todos los planetas del sistema,
lo
que facilitó sin duda sus conclusiones.
Como
la teoría heliocéntrica había quedado ya olvidada,
como
consecuencia de no haber sido publicitada por las
razones apuntadas,
GALILEO GALILEI, ese
portento italiano
del Renacimiento, matemático, pintor, poeta,
filósofo,
anatomista,
astrónomo,
inventor,
ingeniero
y físico entre
otra
cosas, en
1.615 volvió a sacar a la palestra la teoría
heliocéntrica, esta
vez sin
esconderse. La Iglesia se
lo tomó muy a pecho y le conminó a elegir
entre la hoguera
y abjurar de la idea.
Naturalmente (la
carne es débil),
eligió el camino de la
supervivencia
lo
que no impidió que fuera arrestado en su
domicilio hasta su muerte.
Dicen que tras escuchar la
sentencia del
Tribunal eclesiástico, exclamó (en voz baja,
claro) “E pur
si muove”.
La
sentencia se pronunció, ¡18
años después del
juicio !
(así que los retrasos de la Justicia española tienen su origen
en aquel entonces), y tuvieron que transcurrir 400 años (las
cosas de la Iglesia van despacio) para que el Papa Juan
Pablo III diera la razón al italiano pidiéndole perdón por la
tropelía cometida con él.