Alguien definió a España como la luz en una plaza de toros. En un
lado sombra, en el otro sol y entre ambas zonas, nada. O dicho de otra
manera, no somos un país de tonos grises. O somos blancos o somos
negros, pero en ningún caso tonos intermedios.
Otra
manera de definirla que se ajusta a la realidad como un guante a una
mano es que "es un país con una dura Legislación, pero en contrapartida
lo es también de una permisividad a la hora de aplicarla fuera de lo
común ".
Con la reforma de la Legislación laboral que
comenzó Rodríguez Zapatero y culminó el Registrador de la Propiedad M.
Rajoy, las condiciones, los derechos de los trabajadores, recibieron un
duro varapalo, tan esa así que en un mercado claramente desequilibrado a
favor de los empleadores, estos aumentaron su posición de fuerza
cometiendo abusos que en ningún momento encontraron respuesta en la
Administración, que debería como cuestión primordial, velar por los
derechos de la ciudadanía que les coloca en sus poltronas.
Ahora,
varias de las grandes compañías españolas, en un intento de optimizar
sus resultados a medio y largo plazo, han comenzado a adelgazar sus
plantillas procediendo a masivas jubilaciones prematuras de personal y
esa política se está produciendo con mayor intensidad en el sector
bancario donde como paradoja para enmarcar se da la situación- al amparo
de una Administración permisiva hasta la nausea - de que el año 2.017 en
ese parásito sector se realizaron más de 17 millones de horas extras
sin remuneración alguna.
Son situaciones como estas las que validan las definiciones como país citadas al comienzo de este este escrito.
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