Cierto es que desde Madrid nos estuvieron
viniendo cosas malas durante toda la estancia en el poder de aquel
general bajito ganador de la guerra civil española, pero una vez que la
señora democracia vino a residir entre nosotros la cosa cambió para
mejor hasta el punto que el Estatuto de Autonomía fue restablecido en
1.979, 42 años después de que fuera abolido por el mismo personaje. De
modo que curiosamente ahora llevamos con el Estatuto los mismos años,
42, que los que estuvo "fuera de servicio".
Pero
la democracia trajo otras cosas, como por ejemplo la creación del
Estado de las Autonomías en 1.978 mediante la cual permite a estas fijar
sus políticas fiscales. Volviendo a Madrid, esta, como populista y
neoliberal a ultranza que es su presidenta, ha fijado una política
mediante la cual ha eliminado el impuesto sobre el patrimonio, el de
sucesiones y un nuevo escalado del IRPF a la baja, en un intento de
atraer a nuevos inversionistas, lo que ha motivado
un descomunal enfado de nuestro lehendakari que ha acusado a esa
Comunidad de practicar un dumping impositivo con esa clase de medidas,
olvidando que nosotros con nuestro Concierto hacemos - legítimamente -
de nuestra capa un sayo, al igual que lo está haciendo la Autonomía
madrileña.
Pero la tentación de
seguir señalando como chivo expiatorio a Madrid como origen de todos
nuestros males se ve que es un comodín al que el PNV no está dispuesto
renunciar dado los réditos que le ha venido produciendo durante años, obviando
con esta maniobra acometer un serio análisis sobre las debilidades y
vicios de nuestro sistema para matar las ineficacias del mismo, que las
hay en forma de duplicidades y asignación al gasto de partidas de una
más que dudosa eficacia.
De modo que menos quejarse y más trabajar para ser más eficaces y así poder atraer a nuevos inversores, fijar los existentes y claro está, todo ello sin perder el nivel de los servicios públicos existentes, que ahí es donde se ve a los buenos gestores y no a los de boquilla.
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