lunes, 15 de noviembre de 2021

GLASGOW. UN NUEVO "DÉJÀ VU".

 

En 1.995 se celebró en Berlín la primera de las Conferencias de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático como consecuencia de que por aquel entonces ya se entendía que la cosa pintaba mal. Dos años después se establece en el llamado Protocolo de Kioto la necesidad de obligarse legalmente entre los países a vincularse legalmente con objeto de reducir las emisiones de gases que causan el efecto invernadero. Desde aquel entonces han transcurrido ya 24 años y entre los flagrantes incumplimientos por parte de todas las naciones participantes- o por lo menos de casi todas- descuella la de en aquél momento la nación más contaminante del planeta, EEUU, ya que su Congreso no ratificó lo que el Presidente del país Bill Clinton había firmado en el citado cónclave y por si fuera poca esa burla, el que fue también Presidente, el primero de los Bush, rechazó el citado protocolo en el 2.001.
Ahora con una nueva edición de esas Conferencias, la de Glasgow, clausurada el pasado domingo y lanzada bajo el comercial lema "no podemos perder un minuto más" otra vez se ha cerrado esa cumbre mundial con un nuevo fiasco que supone un "déjà vu" ya que posponen a la reunión del próximo año (en una suicida huida hacia adelante) decisiones tan importantes como que hacer para reducir las emisiones producidas por el uso de los combustibles fósiles y el carbón, como legislar la gestión de los vertederos y de la reducción de las emisiones del metano a la atmósfera producidas por el ganado rumiante.
De modo que cuando el eslogan dice "no podemos perder un minuto más" parece que un minuto, no, pero millones de ellos si que se pueden perder alegremente, de lo que se deduce por si no estuviera el asunto ya perfectamente claro, es que a los que ostentan el poder económico y financiero en el mundo, el futuro del planeta se las trae al pairo ya que no les interesa nada que no sea el presente más rabioso, a la voz de "después de mi, como si se produce una nueva edición del  Diluvio Universal".
Conclusiones. La optimista de que "las cosas tienen que ponerse muy mal (¿más todavía?) para que puedan mejorar", obviando que de seguir en esa tesitura de inacciones podemos llegar a una situación irreversible y la pesimista - realista que apunta a que son tantos los intereses económicos que están en juego que nos hemos instalado en una espiral de acontecimientos de la que no podemos salir, por lo que el sistema ha entrado en un callejón sin salida que llevará al mundo a su destrucción.

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