domingo, 19 de septiembre de 2021

LA LOCURA DEL FÚTBOL

 Si no estuviera ya fuera de toda duda que el fútbol desata un cúmulo de pasiones tan fuera de control, tan fuera del raciocinio, que el ejemplo de lo ocurrido recientemente en Madrid  durante el partido Atlético - Athletic lo pondría de manifiesto.

El Club madrileño subido al carro de hacer de su plantilla una selección mundial,  pagó en concepto de traspaso a un club portugués 126 millones de euros por un jugador de 19 años. (21.000 millones de pesetas equivalentes a lo que recibirían como salario mínimo interprofesional (SMI) durante toda su vida laboral 225 trabajadores. Lo digo en pesetas porque por encima de cierta cantidad de euros se pierde la noción de su valor para aquellos que hemos vivido mucho tiempo bajo la antigua moneda española).
Los hechos son los siguientes. En un lance del juego un jugador del Athletic le hace falta al susodicho jugador portugués y el árbitro les premia a ambos con sendas tarjetas amarillas porque el portugués se había revuelto sacudiendo un manotazo en la  cara del bilbaino. La reacción del joven muchi millonario prematuro (que diría Bielsa) fue la de dirigirse al árbitro airadamente haciendo gestos inequívocos de que su decisión de sacarle a él, bendecido por los dioses, una tarjeta amarilla demostraba claramente que el árbitro se había - o estaba, vayan Uds. a saber - vuelto loco. La  reacción del juez del encuentro fue de manual. Grave menosprecio a su autoridad y nueva tarjeta amarilla como premio, lo que llevaba automáticamente a la expulsión del joven millonario.
La reacción del público y de sus compañeros de equipo así como la de sus mentores en la banda fue también de manual futbolístico y unánime. El árbitro era un "matao" y había perjudicado a su equipo de manera intencionada.
Pues así van las desmadradas cosas del fútbol. Nadie se rasga las vestiduras porque el club de sus amores haya  pagado la obscena cantidad de 126 millones de euros por el traspaso de un jugador, ni que ese jugador tuviera resuelto su futuro económico a los 19 años por dar patadas y cabezazos a un balón aunque una lesión le apartara de los terrenos de juego ahora, ni que el menosprecio a la autoridad del árbitro alcance tal grado de unanimidad en una multitud idiotizada por la pasión descontrolada que les domina.
En fin. En esto se ha convertido el fútbol y lo que le rodea desde los tiempos de aquél ya tan lejos del llamado del "fútbol de bronce". En una situación que ni los más reputados sociólogos son capaces de ponerse de acuerdo en definir el porqué de esa situación de locura colectiva en la que está inmersa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario