Antes que nosotros, otros países han sufrido las consecuencias de este virus y sin duda de ellos hemos aprendido a hacer frente a el, pero como no todos los procedimientos pueden extrapolarse, aquí hemos tenido que ir aprendiendo sobre la marcha, por aquello de que la situación era inédita y que nadie nace sabiendo. En esas circunstancias - máxime dada la extremada peligrosidad de virus- parece de sentido común entender primero cuales son las normas de comportamiento que nos están dictando, para a continuación dando muestras de ese sentido común que se nos supone, ponerse unas orejeras y actuar de manera consecuente, es decir, seguir fielmente las recomendaciones realizadas, por dos razones y sabiendo siempre leer entre líneas, que es otra forma de aplicar el sentido común. Una por disciplina y otra porque de no seguirla estamos no solo poniendo en peligro nuestra vida sino la de la colectividad que nos rodea.
Por el bien personal, por el de nuestra familia, por nuestros amigos y por la sociedad en general, retomemos el respeto que merece el virus y apliquemos el sentido común a rajatabla.