La
situación anómala creada por el covi-19 está poniendo al descubierto
una serie de cuestiones en nuestra sociedad, como por ejemplo la
confirmación de que estamos, no ya en una democracia, sino en una
tascocracia. Hemos superado la Fase 0 del estado de alerta y el día 11
estrenamos la fase siguiente, la 1. Esta fase, entre otras cosas,
permite la utilización de las terrazas de los bares para solaz de sus
habituales usuarios, pero con la salvedad de que hay que guardar una
distancia mínima de dos metros entre las personas que las ocupan. Es tal
la necesidad de acudir a ellas por parte del público y no digamos del
deseo de los propietarios por hacer posible esa idea, que la norma de
distanciamiento entre los usuarios va a suponer un freno en su ocupación
tanto para los usuarios como para la utilidad de los propietarios de
los bares. ¿Que hacer entonces?. Pues parece ser que algunos
ayuntamientos van a optar por una decisión salomónica que no es otra que
la de dar a los bares la posibilidad de ampliar la superficie
actualmente concedida y esto da pie para algunas reflexiones tales como ,
1) si finalmente nuestro ayuntamiento, me refiero al de Durango, donde vivo,
concede esos permisos ¿tomarán los mismos carta de naturaleza o por el
contrario solo serán válidos en tanto duren las actuales
circunstancias?. 2). Si ahora (y antes tampoco, no nos confundamos) el
ayuntamiento no controla que se cumpla la utilización del espacio
concedido a las citadas terrazas, ¿será capaz de hacer que las aguas
vuelvan a su cauce una vez pasada la tormenta?. 3). Bien está crear
espacios públicos para solaz de la ciudadanía pero ¿no estamos
convirtiendo esos espacios, sobre todo las terrazas cubiertas, en
superficies solo al servicio de sus usuarios, es decir, no nos estamos
pasando en el número y superficies que van ocupando las citadas
terrazas?.
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