En la primera entrega de esta historia habíamos dejado a la expedición de Magallanes fondeados en la bahía de San Julián desde el 30 de marzo, invernando y a la espera de que mejorara el tiempo. Y lo que son las cosas. No sabían que estaban relativamente cerca de la embocadura del canal que estaban buscando afanosamente desde que llegaron a la costa de Brasil. 7 meses estuvieron fondeados y resulta que la embocadura del ansiado paso al Pacífico estaba a 280 millas náuticas, distancia que navegando solo de día podrían haberlas recorrido en una semana más o menos. Zarparon por fin y el 1 de noviembre dieron con lo que podía ser una vía a explorar. Se adentraron en ella y se encontraron con un paisaje inédito ya que esa zona es una de las partes finales de los Andes, que denominaron Tierra del Fuego - y sigue llamándose así - por las hogueras encendidas por los habitantes de la zona y que veían los tripulantes por las noches.
La zona en cuestión estuvo plagada de glaciares (todavía quedan algunos) que al desaparecer por el calentamiento de la atmósfera dejaron tallados en las rocas gran cantidad de fiordos (que allí los llaman senos) de tal forma que encontrar cual era la ruta buena entre tantas como se mostraban fue también una tremenda tarea.
Vean la zona en una fotografía de satélite.
Dar con la salida les costó 37 días que para recorrer los 565 km. desde su entrada por el cabo que denominaron de las "Once mil vírgenes" hasta su ansiada salida que denominaron - como no - Cabo Deseado. Los días desde la entrada en el Canal iban pasando, los víveres empezaban a escasear, las condiciones ambientales eran muy duras, los fiascos que supusieron los fiordos recorridos sin salida iban minando la moral de las tripulaciones hasta el punto de que el último día que se habían dado de plazo para encontrar la salida antes de volver sobre sus pasos, por fin la hallaron, bautizándola como la última esperanza, nombre que los chilenos siguen utilizando para denominar a la provincia más sureña de su país. Última Esperanza.
He tenido la fortuna de navegar por ese canal de modo que puedo hablar de él no solo de oídas o leídas. Después de los 500 años transcurridos desde su descubrimiento habrá variado poco, habrá, claro, muchos menos glaciares originarios de la última glaciación y consecuentemente muchos más "senos", pero la sensación que produce esa zona deshabitada e inhóspita en grado sumo, es que el mundo, al principio tuvo que ser así y lo gratificante de su contemplación es que ya quedan muy pocos parajes visitables en la Tierra a los que se pueda calificar de esa manera.
Las condiciones climatológicas del área son particularmente duras debidas a la proximidad del continente antártico, por las frecuentes y copiosas lluvias y por los fuertes vientos que reinan en ella como consecuencia de ser la bisagra entre el Pacífico y el Atlántico, vientos que hacen que la sensación térmica sea todavía más baja de los entre 5 y 7ºC. que reinan en la zona, de modo que navegar con esas condiciones, mal pertrechados, mal alimentados y lo que es casi peor, desesperanzados, tuvo que ser realmente dramático. Estos hombres estaban hechos de otra pasta, aunque la naturaleza, sabia y avara de sus energías luego pasaba la correspondiente factura haciendo que la esperanza de vida fuera muy corta vista con la perspectiva de hoy. Que Elcano falleciera a la edad de 40 años es buen prueba de ello.
PS. Fue en este barco en el que mi mujer Charo y yo navegamos entre Puerto Montt y Ushuaia. (Canal de Magallanes incluido)
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