RESUMEN FINAL DEL ANÁLISIS DE COYUNTURA DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA
DE ANTXON PÉREZ DE CALLEJA.
Antxon Perez de Calleja. Licenciado en Económicas por la Facultad de Sarriko de Bilbao. Dirigió durante doce años la División Empresarial de Caja Laboral Popular (hoy Laboral Kutxa) integrada en el Grupo Cooperativo de Mondragón (MCC). Impulsor de los Planes de Gestión y de los Planes Estratégicos en el seno del Grupo Cooperativo, promotor de una treintena de nuevas Cooperativas y promotor y Presidente de la Denominación de Origen Queso Idiazabal. Autor de numerosos Informes sobre Política Industrial y Ordenación Territorial. Consejero independiente de un buen número de empresas, autor del libro "Diagnóstico de la Economía Vasca". Analista de temas económicos en diversos periódicos, colabora en el "Informe Anual del Círculo de Empresarios", relación que extraigo de entre otras diversas actividades y que en honor a la brevedad omito.
Persona no ligada a grupos económicos, políticos, ni sindicales, mantiene una independencia de juicio que le ha valido en muchas ocasiones el apelativo de "pesimista", consecuencia de no tener la necesidad de bailarle el agua a nadie.
De su extenso informe sobre la economía española de junio de este año,extraigo por su enjundia las conclusiones finales del mismo.
Lo que ha ocurrido en el pasado prefigura lo que va a ocurrir en el futuro.
Si hemos sido torpes durante la crisis seguramente lo seremos durante la recuperación.
El Gobierno trata con todas sus fuerzas de evitar que el país se dé cuenta de la encrucijada en que se encuentra y no duda en mentir descaradamente. Un buen ejemplo lo tenemos en el señor De Guindos que ha tenido la desfachatez de declarar lo siguiente: “Lo importante es que se han corregido los desequilibrios: la economía española es hoy competitiva, el ajuste del sector inmobiliario en algunos segmentos está muy avanzado, se ha hecho el saneamiento del sector financiero, el ajuste presupuestario se ha producido, incluso diría que el ajuste laboral ya se ha producido. “
Contra esta teoría interesada, propia de alguien que intenta ser elegido presidente del Eurogrupo, se alzan un montón de evidencias, algunas particularmente desagradables para España, como por ejemplo
Sistema financiero. El
sistema bancario sale de la crisis profundamente debilitado, tanto
desde el punto de vista de la rentabilidad como desde el punto de
vista de la solvencia (Basilea). Las ampliaciones de capital les
están prácticamente vedadas porque todo el mundo sospecha que sus
balances están lejos de haber sido limpiados. De hecho, sus activos
inmobiliarios superan los 83.000 millones y de ellos más de 30.000
son de suelo. El índice de morosidad sigue en el 12%.
Déficit público. El déficit
fiscal es el más alto de Europa y se niega tercamente a bajar, ya
que el gasto público se mantiene en los aledaños del 45% del PIB,
inasumible para una economía como esta. Además, como nos hemos
convertido en un país envejecido con un sistema de pensiones
excesivamente generoso, ese déficit se enfrentará a un problema
adicional en la medida en que, probablemente, el número de
pensionistas (más de nueve millones ahora) crecerá más que el
número de ocupados.
Empleo. Durante los últimos
cuarenta años, la tasa de paro ha superado el 15% en veinticinco.
Con eso está dicho casi todo. La tasa de paro sigue siendo la más
alta de los países industrializados. Entre 1,5 y 2 millones de
parados son de larga duración, probablemente irrecuperables. Con la
amable cooperación de los jueces de lo social, la reforma laboral
se ha convertido en papel mojado.
Endeudamiento. Estamos
endeudados hasta las cejas, y cualquier vaivén en los mercados de
capitales, como una subida de los tipos de interés, puede ponernos
contra las cuerdas. Sin el apoyo del BCE, que ha provocado la caída
de la prima de riesgo, la situación sería desesperada.
Lo
primero que hay que hacer para afrontar un problema es reconocer que
existe. Hay un amplio consenso entre gobernantes y gobernados para no
reconocer la gravedad de nuestros problemas o para esquivarlos con
soluciones cortoplacistas. Nuestra manera de entender el devenir es
dejar pasar el tiempo a la espera de que algún tipo de
acontecimientos exteriores nos obliguen a movernos en una u otra
dirección. Es así como el tándem Rajoy-Montoro-De Guindos ha
sabido torear la crisis hasta que Europa ha venido a darle las
soluciones, lo que les habrá convencido definitivamente de que lo
mejor es no hacer nada, o, más exactamente, hacer como que hacen, un
arte en el que son maestros absolutos.
Conclusión final. Esta historia con final desgraciado es la consecuencia de una
elección, la que el país, sin ser plenamente consciente de ella, ha
realizado a lo largo de muchos años. Teníamos que haber salido al
exterior; hemos preferido el mercado interior. Teníamos que haber
apostado por la industria; elegimos la Construcción. Teníamos que
haber ligado el crecimiento salarial a la productividad; preferimos
ligarlo a la inflación y a una negociación centralizada que tomaba
como referencia las empresas más rentables. Teníamos que haber
controlado el gasto público y los impuestos; los hemos elevado al
nivel más alto de Europa sin haber conseguido unos servicios
públicos equivalentes.Teníamos que haber potenciado la formación
profesional y las carreras técnicas, y hemos convertido el empleo
público en el destino más deseado. Copiamos de los países más
avanzados sus pautas de consumo y no sus capacidades para emprender.
Nos equivocamos.
Antxon remata su análisis manifestando que :
La
crisis ha sido una advertencia, una especie de ensayo general acerca
de lo que nos espera en el futuro a menos que se hagan las reformas
necesarias, algo que ni siquiera se ha intentado a lo largo de la
peor crisis de la historia. Ello se debe en parte a la manera de
reaccionar de la sociedad española ante las crisis, en este caso
ante una cuya existencia nadie negaba y que muchos anticiparon. Pese
a lo cual el tono general de la opinión pública es de sorpresa e
indignación ante recortes y austeridades, que han sido las mínimas
que se podían haber aplicado, aunque a la gente le parezca lo
contrario. A veces parece como si la sociedad pensara que una crisis
de semejante gravedad no tenía por qué haber tenido ningún impacto
sobre nuestro bienestar. Entran ganas de preguntar a esa misma gente
qué es lo que entienden por crisis. Los españoles padecen un
problema: sus expectativas mejoran siempre más rápidamente que su
economía.