viernes, 19 de junio de 2015


EL REY CAMPECHANO....O EL PODER DE LOS MEDIOS

Durante 40 años, todos los medios de comunicación y partidos políticos sin excepción, nos estuvieron vendiendo la idea de que el entonces Rey Juan Carlos I, era un dechado de perfección, un modelo de virtudes. Trabajador, responsable, amante de su familia y por si fuera poco, cercano al pueblo, hasta el punto de que se le consideraba una persona campechana. Incluso las encuestas que se hacían sobre él, daban por bueno ese modelo. Pero se cruzó en su camino ese país africano llamado Bostwana y a partir de ese momento se abrió la caja de Pandora.
Una carrera desenfrenada de amante en amante en la más pura tradición borbona, su separación de hecho de la Reina después de la primera vez pillado in fraganti, el pabellón llamado de caza que se montó en terrenos de la Zarzuela donde se alojaba la pseudo princesa alemana, sus cacerías de osos, rebecos y otras especies, sus viajes al extranjero, sobre todo a Marruecos y Oriente Medio, que se disfrazaban de misiones diplomáticas y que finalmente resultaron ser viajes de negocios y los que a la postre fueron los que dieron origen a la fortuna inmensa que parece se labró durante todos esos años, con artes tales que alguien lo identifico con la imagen de los reyes egipcios, esa figura clásica que se representa con una mano extendida hacia adelante y la otra hacia atrás, figura que con no mucha imaginación puede representar a alguien pidiendo. Y todo ese tinglado, ese castillo de naipes se vino abajo y para ello bastó una fotografía en la que posaba con un elefante que había abatido en el país citado.
Pues bien, con esos antecedentes, ahora los mismos medios que nos vendieron durante esos  40 años esa falacia sobre el personaje que nos ocupa, nos están colocando otra historia plena de bondades y virtudes de su heredero "in péctore", intentando recuperar el prestigio de la Corona como institución, perdido por los méritos propios de su antecesor. Pues señores, por lo que a mi respecta, su fiabilidad como notarios de la vida pública del heredero de aquel campechano personaje, que hacía de esa pose toda una estudiada política de  marketing, no vale un carajo. Por vendidos y tramposos.

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