viernes, 27 de noviembre de 2015

CANARIAS Y EL CARIBE



Cada tiempo tiene su afán y en cada momento del desarrollo de nuestra existencia se van produciendo hechos que los valoramos en función, entre otras cosas, de nuestro estado anímico. El mio actualmente es muy bueno ya que no aparece ningún nubarrón en el horizonte (lagarto, lagarto) y por si fuera poco me encuentro en Canarias donde la vida transcurre con otras pautas que en la Península, creando una sensación de placidez que invita al optimismo, pese a lo cual entiendo que estamos viviendo en el mundo, en general, tiempos convulsos. Guerras, desarrollo galopante de un capitalismo depredador, un cambio climático irreversible, un reparto de la riqueza cada vez más desigual, una concentración de poder económico como nunca se había conocido en la historia, una pérdida de puestos de trabajo en el mundo occidental que probablemente no tiene solución dada la orientación que han dado a la economía los que pueden hacerlo, una importante pérdida de credibilidad tanto en las instituciones públicas como en la clase política, un desarme ético - moral entre los ciudadanos de a pié como consecuencia tal vez del pésimo ejemplo que están dando las clases dominantes, el desarrollo de movimientos políticos- religiosos en parte del mundo musulmán, con lo que tiene de explosiva esa mezcla, y un largo etcétera.                                                                                                                       Retomando el tema canario con objeto de no ponernos en plan trascendente, entre Europa y el Caribe existe un estado intermedio, - que es el de las islas citadas - una forma de entender la vida en manifestaciones como, la puntualidad, el ritmo de trabajo, la seriedad comercial, el orden, la limpieza... hasta el clima es un estado de transición entre ambos mundos. Para vivir una estancia corta, las islas es el sitio ideal, olvidando las tensiones a las que habitualmente estamos acostumbrados más al norte. Una estancia prolongada en ellas hacen bajar las defensas como consecuencia de que es muy fácil dejarse llevar por algo que suponga un menor grado de exigencia. Pero como uno se va acostumbrando a todo, llega un momento en que puede llegar a estresarse incluso siguiendo este ritmo. La solución, si no se quiere renunciar a ese "status", es emigrar al Caribe, área donde el "far niente" alcanza valores que no parecen de este mundo.






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