sábado, 4 de marzo de 2017

PSEUDO DEMOCRACIA

La definición de los tres pilares en los que se debería asentar la democracia, fue un pensamiento genial del francés Barón de Montesquieu, filósofo y ensayista, que puso la idea en circulación en 1.748. Hay que recordar una vez más esa idea, porque nunca viene de mas volver sobre ella. Lo que en esencia venía a decir el Barón, es que en un país democrático, los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial debían ser áreas estancas, independientes entre sí, con capacidad decisoria propia sin que exista concomitancia entre ellas. Pero una vez más la vida se encarga de poner las bellas ideas al ras del suelo, que es por donde los humanos nos movemos.
Aquí en España no íbamos a ser una excepción a la hora de incumplir el lema. Una vez muerto el General en 1.975 (va ya para 42 años y en amplias capas de la sociedad española su legado sigue verdeando), con el advenimiento de lo que definimos como democracia en 1.978, se puso ya en marcha una demolición controlada de la misma de manera más o menos discreta. Pero con la llegada del PSOE al poder en 1.982, se perdieron las formas que durante 4 años se habían mantenido discretamente, ya que fue Alfonso Guerra nº 2 del Partido, el que al final se reveló como un chusquero de la política, el que enterró al Barón cuando manifestó con esa caradura y falta de escrúpulos que le caracterizaba, "Montesquieu ha muerto". Es lo que pasa. Como decía la madre de un gangster, se empieza robando, atracando, extorsionando, matando y en esa escalada, uno acaba perdiendo los modales en la mesa. Pues eso es más o menos lo que está pasando en este devenir político español, que se han perdido los modales. El bipartidismo que ha venido alternándose en el poder - y todavía, pese a  que el PSOE no es ya lo que era -, el Poder Ejecutivo con el mayor descaro del mundo, se ha subido a la chepa del resto de los pilares preconizados por Montesquieu y así han colocado en la Audiencia Nacional, en el Tribunal Supremo, en la Fiscalía General del Estado, en el Tribunal Constitucional, en la Judicatura, en el Tribunal de Cuentas, en el Consejo de Seguridad Nuclear, etc. etc. a personas afines a su ideología o simpatizantes o simplemente escogidos por su potencial fidelidad a la voz de su amo. 
El resultado de estas acciones está tan a la vista que no merece la pena resaltarlo.
De ahí el quejumbroso título de este comentario. Este sistema político que nos ha tocado vivir no es mas que una democracia falsificada, un torpe remedo de una democracia original.

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