Para vergüenza y oprobio de todos aquellos patrones nacionales y extranjeros que hasta los tiempos de la fundación de Agruminsa explotaron en régimen de cuasi exclavitud a lo mineros hagamos una breve síntesis de sus desmanes. Vinieron
los trabajadores de toda la península, sobre todo de las provincias más cercanas y
de las que tenían más necesidades de emigración. Vinieron a lo que
parecía para ellos la industria minera bizkaina una especie de El
Dorado. De Galicia, Asturias, Cantabria, Palencia, Burgos, Zamora,
Salamanca, Extremadura, etc. Las explotaciones demandaban gran
cantidad de mano de obra ya que en un principio las minas eran
explotadas a cielo abierto y por la escasa mecanización de las
mismas, que fue aumentando paulatinamente, hacía que el rendimiento
medido en toneladas / hombre fuera muy bajo. De ahí que la actividad
fuera intensiva en mano de obra. Las condiciones de trabajo,
educación, alojamiento, alimentación y sanitarias que tenían
aquellos trabajadores hoy las consideraríamos infrahumanas.
Jornadas de trabajo de 12 horas 6 días a la semana, en muchos casos a la intemperie y con
ropa inadecuada en un clima como el nuestro, viviendo en barracones, hacinados
como bestias, con enfermedades oportunistas que aprovechaban la mala
nutrición y las condiciones higiénicas lamentables, alta
siniestralidad, salarios escasos que se cobraban al mes, pero siempre
con retraso, lo que les llevaba a comprar en los economatos o
cantinas - cedidos en régimen de monopolio por los patronos al
comerciante (que solían ser los capataces de las minas) de turno por el que pagaban un canon anual - a fiado, con
precios que superaban los del comercio de Bilbao hasta en un 40%, con
lo cual los empresarios estrujaban hasta el limón de los economatos.
A esta irregularidad había que añadir las que se cometían en
calidad, pesos y medidas. Aunque como consecuencia de la huelga de
1.890 desaparecieron oficialmente las cantinas obligatorias, los
capataces se las ingeniaban para que de facto el sistema siguiera
funcionando a su plena satisfacción. A este respecto Julián Zugazagoitia concejal socialista del Ayto. de Bilbao, y posterior
Ministro de Gobernación del Gobierno de la República, exiliado en
París tras nuestra guerra civil, que fue capturado por la Gestapo,
deportado a España y fusilado por rebelde, dijo en 1.890 acerca de
las condiciones de vida de los mineros lo siguiente :
“Los
mineros no tenían casa; se albergaban en barracones o como pupilos
en casa de los capataces, en cubiles que hasta los cerdos
rechazarían; comían o se surtían de géneros averiados y podridos
de la cantina a precios abusivos”. Es decir, la zona minera, sobre
todo la de Triano, se convirtió en el sumidero donde iban a parar
finalmente los alimentos rechazados, incluso por la Dirección de
Sanidad. Un ejemplo ilustrará esta afirmación. Ese organismo
rechazó una partida en el puerto de Bilbao, 2.660 kg de bacalao y
120 cajas de tocino que se hallaban en estado de putrefacción. Pues
bien, esas partidas acabaron en la zona de Triano como alimentos
saludables. La alimentación básica se componía por otra parte de
alubias, garbanzos y habas, con una ínfima cantidad de tocino
americano. Todo ello a un precio desorbitado, como antes ha quedado
dicho, ya que el gasto diario en alimentación era de 3,5 a 4 reales
en tanto que los salarios diarios oscilaban entre un mínimo de 10
reales y un máximo de 17.
Los
patrones mineros se defendían a fondo de estas acusaciones negando
la veracidad de las mismas. Así un patrón minero local llamado Alonso
Allende, a la vez concejal del Ayto. de Bilbao, manifestó en un
pleno algo que explica por sí solo la general postura de la patronal
minera bizkaina. “Los patrones mineros no explotan a los obreros,
al contrario, lo que hacen es darles de comer”. En un intento de
modificar ese estado de cosas que venía sucediendo desde 1.876, los
mineros promovieron varias huelgas, que fueron sonadas, en los años
1.890, 1.903 y 1.906, huelgas que fueron promovidas por la
Agrupación Socialista de Bilbao, fundada por Facundo Perezagua en el
1.860.
La
huelga del 1.903 fue convocada porque algunos acuerdos alcanzados en
la de 1.890, trece años antes, no habían sido cumplidos. Acerca de
esa huelga convocada en agosto, el Teniente General de la zona norte,
Teniente General Zappico emitió un bando que se condensaba en cuatro
puntos:
1º.
Los trabajadores deberán acudir al trabajo el 2 de noviembre.
2º. Desde el 1º de enero del 1.904 el pago de los jornales se
efectuará por semanas vencidas.
3º.
Por ningún concepto se obligará a los obreros a que duerman en
locales determinados, ni tampoco serán obligados ni directa ni
indirectamente a proveerse en tiendas fijas.
4º. La Junta de Higiene de la provincia ejercerá la más exquisita
vigilancia para que se expendan en las tiendas y cantinas productos
en condiciones, es decir, que no estén averiados ni en malas
condiciones. Espero de la sensatez y cordura de todos los obreros y
de la ilustración y patriotismo de los patrones que los precedentes
acuerdos sean cumplidos y observados en todos sus puntos.
Bilbao,
31 de octubre de 1.903
El contenido del bando muestra, por si no estuviera clara, cual era la actitud de los patrones que ya por entonces se hacian construir mansiones como la de Lezama Leguizamón en Neguri en la que servían a la familia 35 empleados de servicio.
El
laudo-bando, se comenta por sí solo, pero vale la pena recalcar en
resumen lo que se decía:
-
Los mineros cobrarán a la semana, con lo que la tesorería de
salarios devengados y no cobrados de las empresas dejaba de nutrirse
de los trabajadores, amén de que con ese sistema podrían comprar al
contado.
-
Dormirán donde quieran y comprarán donde les parezca.-
La calidad de los productos alimenticios será controlada por las
autoridades sanitarias.
Con
ese bando, por lo menos de forma teórica, acababa el régimen de
esclavitud que había reinado en la minería desde el inicio en 1.876
del desarrollo industrial de la misma.
Siguiendo
con este tema de la mejora de las condiciones de los trabajadores, 7
años después, en 1.910, con fecha 27 de diciembre (por un poco el
bando pudo interpretarse como una inocentada), se emitió una ley
mediante la cual quedaba limitada la jornada de trabajo a 9 horas,
con lo que es de suponer que las horas semanales ascenderían a 54 y
si tenían un semana de vacaciones, las horas trabajadas al año se
acercarían a las 2. 600.
Es
de hacer notar que estas mejoras de las condiciones laborales de los
mineros venían impuestas por el Gobierno central, siendo el Ejército
el brazo ejecutor. La patronal y los mineros no firmaban pactos,
quizás porque los sindicatos que pudieran representar a estos
últimos no existieron, como ha quedado dicho, hasta 1.914.
En
resumen, habiendo repasado las condiciones sociales y laborales que
tenían los mineros, cuesta pensar cuales serían en sus lugares de
origen la de los inmigrantes que llegaron a Bizkaia a la que por
entonces se tenía como “La California del hierro”, según feliz
definición del historiador Manu Montero. El número de personas
ocupadas en la minería alcanzó su cenit en el quinquenio 1.896-
1.901 en el que fueron 11.000, cifra que comparada con la de los
habitantes de las zonas mineras era realmente importante.
A partir de ahí las personas ocupadas disminuyeron gradualmente como
consecuencia tanto de la disminución de producción como de las
importantes mejoras de productividad que se iban obteniendo, hasta
llegar en su etapa final con Agruminsa a 500 trabajadores.
Fin de la historia y si les ha servido para conocer un poco más nuestros inmediatos orígenes, pues me alegraré un montón y en esa idea me despido deseando que sean moderadamente felices, con la recomendación de que "no olviden a todos esos trabajadores que fueron tratados como esclavos a los cuales debemos en gran parte lo que hoy somos ".