viernes, 18 de febrero de 2022

POBRE PAÍS

La política es la actividad que desarrollan los que gobiernan los asuntos que afectan a la ciudadanía. Esa es una de las definiciones de lo que es política y hasta ahí nada que objetar puesto que se trata de una objetiva definición. 

Lo malo, lo verdaderamente malo empieza cuando para desarrollarla no hay otra alternativa que recurrir a las personas a las que llamamos políticos. En principio estas personas, los políticos, deberían ser vocacionales porque para bien servir a la sociedad es necesaria una vocación bien arraigada. Pero lamentablemente esto no ocurre así, porque para la mayoría de ellos, el objetivo de servidumbre no se cumple ni de lejos. Su objetivo primordial es hacerse con el poder para una vez instalados en él resistirse de manera numantina a dejarlo y ya se sabe que - y esto es tan viejo como el mundo - "el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente".

Ahora estamos asistiendo en la Comunidad de Madrid al penoso espectáculo cuyos protagonistas son aquellos que deberían dedicarse en exclusiva a servir a la sociedad que les ha puesto al mando de las instituciones políticas de esa zona. 

Aparecen reflejadas en ese sainete las más bajas pasiones humanas. Afán desmedido de poder, puñaladas dialécticas, corrupción, mentiras, populismo nauseabundo... y esto no ha hecho mas que empezar. Pero el problema no radica solo en la escasa categoría humana de esos dirigentes, no.

La cuestión de fondo, tan preocupante o más que la citada, es la escasa, nula mejor, cultura democrática del país que después de la muerte del General y de esto hace ya 47 años no ha remontado en ese sentido aquella etapa negra que duró en la historia de España 40 años. Somos un pueblo inculto, de pillos, carentes de toda capacidad crítica a la que deslumbran los oropeles, las posiciones falsarias, las simplistas y que como papanatas que somos quedamos deslumbrados ante ellas como conejos de noche ante los faros de un coche. Votamos con el corazón, no con el cerebro y por eso perdonamos que nos mientan, que nos roben, que nos engañen, por eso precisamente, por no usar el cerebro y no utilizar la cultura porque no la poseemos, facilita la estancia y la permanencia de tantos personajes mediocres y falsarios en los que vanamente confiamos. 

Y se lo perdonamos todo porque "son los nuestros" en los que lamentablemente nos vemos reflejados. A lo mejor es que estoy muy tocado anímicamente por el espectáculo que estamos presenciando en Madrid, pero no es solo eso, aunque también. El problema de fondo lo definió de manera genial el poeta muerto exiliado en Francia, Antonio Machado cuando dijo que "En España de cada 10 cabezas una piensa y las demás embisten".

En resumen y acabo porque todo lo que empieza debe acabar y mejor antes que después, el grave asunto de la convivencia entre nosotros, el colocar al frente del país a las mejores cabezas, a las más preparadas a las que exigir un recto y eficaz comportamiento, es una cuestión irresoluta e irresoluble, es algo impensable en España porque como decía el torero Rafael  Guerra "Guerrita", "lo que no puede ser, no puede ser y además es imposible". Pobre país.


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