viernes, 13 de febrero de 2015

Entrega 15ª  La minería en Bizkaia

CONDICIONES DE VIDA DE LOS MINEROS

Vinieron de toda la península, sobre todo de las provincias más cercanas y de las que tenían más necesidades de emigración. Vinieron a lo que  parecía para ellos la industria minera bizkaina, una especie de El Dorado. De Galicia, Asturias, Cantabria, Palencia, Burgos, Zamora, Salamanca, Extremadura etc. Las explotaciones demandaban gran cantidad de mano de obra por la escasa mecanización de las minas -productividad que fue aumentando paulatinamente, - hacía que el rendimiento medido en toneladas / hombre fuera muy bajo. De ahí que la actividad fuera intensiva en mano de obra. Las condiciones de trabajo, educación, alojamiento, alimentación y sanitarias que tenían aquellos trabajadores, hoy las consideraríamos infrahumanas. Jornadas de trabajo de 12 horas casi siempre a la intemperie y con ropa inadecuada en un clima como el nuestro, viviendo en barracones (Fig. 61­-63), hacinados como bestias, con enfermedades oportunistas que aprovechaban la mala nutrición y las condiciones   higiénicas lamentables, alta siniestralidad, salarios escasos que se cobraban al mes, pero siempre con retraso, lo que les obligaba a comprar en los economatos o cantinas cedidos en régimen de monopolio por los patronos al comerciante de turno - por el que pagaban un canon anual- a fiado, con precios que superaban los del comercio de Bilbao hasta en un 40%, con lo cual los empresarios estrujaban hasta el limón de los economatos. A esta irregularidad había que añadir las que se cometían en calidad, pesos y medidas.  Y aunque como consecuencia de la huelga de 1.890 desaparecieron   oficialmente las cantinas obligatorias, los capataces se las ingeniaban para que de facto el sistema siguiera funcionando a su plena satisfacción. A este respecto Julián Zugazagoitia concejal socialista del Ayto. de Bilbao, y posterior Ministro de Gobernación del Gobierno de la República, exiliado en París tras nuestra guerra civil, que fue capturado por la Gestapo, deportado a España y   fusilado por rebelde, dijo en 1.890 acerca de las condiciones de vida de los mineros lo siguiente :
“Los mineros no tenían casa; se albergaban en barracones o como pupilos en casa de los capataces, en cubiles que hasta los cerdos rechazarían; comían o se surtían de géneros averiados y podridos de la cantina a precios abusivos”.
Es decir, la zona minera, sobre todo la de Triano, se convirtió en el sumidero  donde iban a parar finalmente los alimentos rechazados, incluso por la Dirección de Sanidad. Un ejemplo ilustrará esta afirmación. Ese organismo rechazó una partida en el puerto de Bilbao, de 2.660 kg de bacalao y 120 cajas de tocino que se hallaban en estado de putrefacción. Pues bien, esas partidas  acabaron en la zona de Triano como alimentos saludables. La alimentación básica se componía por otra parte de alubias, garbanzos y habas, con una ínfima cantidad de tocino americano. Todo ello a un precio desorbitado, como antes ha quedado dicho, ya que el gasto diario en alimentación era de 3,5 a 4 reales en tanto que los salarios diarios oscilaban entre un mínimo de 10 reales y un máximo de 17.

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