domingo, 1 de febrero de 2015

NOTA DE AUTOR

Pienso que ha llegado el momento de refrescar el ambiente dejando descansar opinión, astronomía y minería, para dedicar dos o tres entregas a uno tan alejado de los anteriores como lo es una croniquilla sobre el Camino de Santiago, con la autoridad que me da- retomando los tiempos en los que creí tener alguna - el hecho  de haberlo realizado con mi difunto amigo Juanmi, entre los meses de abril y mayo de 1.997 a través de las 30 etapas que partiendo de Roncesvalles  dieron con nosotros en Santiago.
 De las pocas cosas de las que estoy pesaroso no haber realizado, se encuentra el de no hacerlo por segunda vez, de tan gratificante que me resultó. Tenía entonces 62 urtes, y aunque todavía jugaba a futbito, inicie la andadura con tal prevención que dejé preparado en casa el terreno para una posible y vergonzante retirada de la misma. Craso error. Al cabo de 5 etapas estaba en tal forma física que al igual que los petroleros de cierto porte, muchas millas antes tenía que disminuir la velocidad de crucero para no pasarme. Pero basta ya de antecedentes previos y dediquemos a los de verdad, que son los que dieron origen a la puesta en marcha  de ese fenómeno universal que con  el paso del tiempo se convirtió en O Caminho, que dicen los galegos.

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