La paciencia de un benedictino y la
prudencia de un prestamista, aliadas con llevar al contrario al borde
del precipicio y tenerlo allí macerándose un tiempo, son las pautas a
seguir para realizar una buena negociación. Y ese es lo que está
haciendo Europa con nosotros y quien dice Europa dice Alemania,
dilatando la puesta en marcha del rescate (con perdón) de la banca y pidiendo en contrapartidas (con perdón) - que según el Gobierno no iban a
existir - una serie de condiciones, la última de las cuales ha sido un
paquete de 32 clausulas, que nos apresuraremos a aceptar ( aunque por
supuesto nadie nos marca el paso), porque estamos ya hace mucho tiempo
en maceración. El borde del precipicio en el que estamos dejando muchos
pelos en la gatera como consecuencia de estar ya mucho tiempo pagando un
7% por la deuda y en el filo de los 550 puntos por la prima de riesgo.
Una vez obtenidos los dineros, ¿que haremos con ellos?. Pues lo que nos
manden los hombres de negro (con perdón), y como dicen los cubanos "me
luse" que será pagar a la banca alemana la deuda que sus colegas
españoles tienen con ella, es decir cogerlos con una mano y darlos con
la otra. Esa es la Luna en esencia. El dedo con la que la señala y nos
distrae, es toda esta comedia que se traen las autoridades europeas
dilatando en el tiempo las soluciones drásticas, tipo de las que adopta
EEUU cuando le sacude una crisis como la que nos ocupa. Los daños
colaterales, como se dice ahora, es que como el préstamo se hará
directamente a la banca con el aval del Estado, con estas medidas y
otras que nos seguirá imponiendo Europa, lo que buscan es que el Estado a
base de la dieta de adelgazamiento que está haciendo en forma de
recortes, vaya haciendo músculo financiero para así ser mejor garante,
ser un avalista más fiable. Naturalmente, recortes que se han hecho y se
seguiran haciendo mediante el esfuerzo que efectúe la ciudadanía, que
paradojicamente beneficiarán directamente a uno de los mayores culpables
del desastre económico que nos azota. La banca. Y es que Europa no está
en la onda de trabajar por el bienestar de sus ciudadanos sino en
satisfacer al poder económico, lo que no debe sorprendernos demasiado ya
que en definitiva en lo que verdaderamente estamos es en la Europa de
los mercaderes.
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